La internacional de la derecha contra América Latina Por Juan Paz y Miño | http://www.historiaypresente.com, Ecuador

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El 1 de marzo de 2019, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dirigió una carta al Rey Felipe VI, de España (lo mismo hizo en carta dirigida al Papa Francisco), en la cual recuerda que tras medio milenio de la llegada de Hernán Cortés, en 2021 el país conmemora 500 años de la caída de Tenochtitlán y celebró el 21 de septiembre, 200 años de su independencia.

En consecuencia, dice la carta, es necesario reflexionar sobre los hechos del pasado, porque la conquista “se realizó mediante innumerables crímenes y atropellos”; implantó “un ordenamiento social basado en la segregación de castas y razas; se impuso la lengua castellana y se emprendió la destrucción sistemática de las culturas mesoamericanas”; y, por tanto, “México desea que el Estado español admita su responsabilidad histórica por esas ofensas y ofrezca las disculpas o resarcimientos políticos que convengan”.

La carta dirigida al Papa tiene el mismo sentido, pues igual disculpa se espera de la iglesia católica. Obviamente, la carta provocó malestar en España y la respuesta de su gobierno, que “lamenta profundamente” el texto y sostiene: “La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas”.

El desencuentro político y diplomático no ha terminado, porque el gobierno de México ha vuelto a plantear su posición crítica frente a la conquista española, con motivo de que el pasado 13 de agosto precisamente se recordó la caída de Tenochtitlán.

Un twitter de VOX, el partido de la ultraderecha española, dio un motivo adicional, pues sostuvo: “Tal día como hoy de hace 500 años, una tropa de españoles encabezada por Hernán Cortés y aliados nativos consiguieron la rendición de Tenochtitlán. España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas. Orgullosos de nuestra Historia” (https://bit.ly/3k2Q7k3).

El «premio» de Dios al imperio español

Desde la perspectiva historiográfica, el tema no es reciente. La interpretación conservadora más antigua sostiene que, ante el avance del protestantismo en Europa, Dios premió a la España ultracatólica y unificada por los reyes Fernando e Isabel, con el descubrimiento de un nuevo continente, sobre el cual pudo iluminar a nuevos pueblos con la religión verdadera del mundo. Sin embargo, Fray Bartolomé de las Casas destacó los horrores de la conquista, lo cual dio origen a la “leyenda negra” que, según la interpretación española, fue alimentada por Gran Bretaña, como potencia imperialista que, a su tiempo, quería derrotar al poderío español, atacándolo, a fin de resaltar las colonizaciones “pacíficas” en manos británicas.

De hecho, otra tradición historiográfica ha sostenido que los indios americanos consideraron a los españoles como “dioses”, pues sus augurios, mitos y creencias llevaron a esa conclusión. No fue solo entre los aztecas de México, sino también entre los Incas, como lo ha sostenido Nathan Wachtel en su libro «Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española» (1976), quien considera, en definitiva, que la visión indígena explica, mucho más que las armas europeas, su propia derrota.

Pero Camilla Townsend, en su libro «El Quinto Sol. Una historia diferente de los aztecas» (2019), desmitifica el supuesto carácter sanguinario de los aztecas, y recientemente aseguró: “Es un disparate, los aztecas no veían a los españoles como dioses”. A su vez, en «Los conquistadores. Figuras y escrituras» (1999), el historiador Jacques Lafaye, sostuvo que los españoles, en cambio, consideraban sus acciones como proyección, en otras geografías, de la guerra contra los moros, a los que lograron expulsar de la provincia y, además, asumían la conquista como misión salvadora de otros pueblos.

Desde luego, no faltan quienes interpretan la conquista como “liberación” de unas poblaciones sometidas por los aztecas o por los incas, según sea el caso, ya que eran imperios opresores de pueblos a su vez conquistados con anterioridad a la llegada de los españoles, Así lo hace Marcelo Gullo en su obra «Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán» (2021).

Pero no es el único. Y la guerra del Tahuantinsuyo explica bien la situación: las poblaciones que habían respaldado a Huáscar, vieron en los conquistadores, a seres que podían ayudarles a tomar venganza contra Atahualpa, el Inca vencedor y contra quien tenían serios motivos para rebelarse. En Ecuador la historia tradicional consideró a Huáscar como traidor y quien se levantó contra el Inca “legítimo”; pero en Perú se sostenía todo lo contrario. Estas visiones paralelas se sujetaron, largo tiempo, al conflicto territorial que los dos países mantuvieron en su vida republicana.

Los nuevos malinche

Con motivo de los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón a lo que hoy es América, las pasiones se encendieron: España habló del “encuentro” de dos mundos; pero las poblaciones indígenas latinoamericanas rechazaron la conquista, que destruyó las estructuras de su vida económica, social y cultural. A propósito de las fiestas de la fundación española de Quito (1534), hay quienes rechazan la conquista, pero también ha surgido un grupo de “hispanistas” que el pasado diciembre colocó ofrendas y gritó vivas y consignas a favor de la reina Isabel La Católica y del conquistador Sebastián de Benalcázar.

Se trata, pues, de polémicas historiográficas y políticas, que dependen de los intereses a los cuales se quiere defender o posicionar. Sean dioses u hombres, héroes o villanos, una España monárquica civilizadora en América o destructora de pueblos, solo una perspectiva de largo plazo permite poner en claro los acontecimientos.

Porque, en esencia, la conquista fue un hecho brutal, y el triunfo de los conquistadores sobre indios finalmente sometidos y subordinados, permitió el florecimiento de la época colonial, que duró hasta los procesos de independencia de las primeras décadas del siglo XIX. No existen más los sistemas económicos y sociales que aztecas o incas crearon antes de la conquista. La crisis poblacional y la destrucción material son evidentes. Tenochtitlán fue arrasada. La colonia formó parte del proceso de acumulación originaria o primitiva del capital.

Sin duda creó una nueva cultura, favoreció el mestizaje, determinó la forma en que América Latina moldeó su economía y su incursión en la vida mundial durante la Edad Moderna y parte de la Edad Contemporánea. Imposible negar que el coloniaje creó el trasfondo primario-exportador de la región y sentó las bases de la enorme brecha social producida por las castas, el dominio de los “blancos” y la miseria de los indígenas en la época colonial.

Sobre esas bases se construyeron las repúblicas latinoamericanas que largamente edificaron sistemas oligárquicos propios, nacionales. La dependencia externa fue gravitante desde la época colonial y la vida de las repúblicas encontró nuevas formas de mantenerla para beneficio de las clases dominantes y explotadoras: terratenientes, comerciantes, algunos banqueros y al comenzar el siglo XX ciertos manufactureros e industriales.

Desde luego, España no tiene que ver con la edificación de las formas y sistemas de dominación y explotación construidos en la América Latina contemporánea y que responde a las particulares formas en que se produjo el desarrollo capitalista de la región. Pero el trasfondo histórico del coloniaje es una marca distintiva de la historia latinoamericana. Nuestras ciencias sociales han investigado sobre el tema permanentemente y han observado esos procesos del pasado remoto, porque sin esa perspectiva no se comprendería el presente.

Los patrones de la extrema derecha

La reinterpretación histórica de la ultraderecha española (VOX), según la cual los conquistadores del siglo XVI fueron verdaderos “libertadores” de pueblos sometidos por los aztecas, no es una opinión aislada. Desde hace años las derechas españolas vienen trabajando en una visión política que asegure no solo su posicionamiento interno (incluye la reivindicación del franquismo), sino su extensión en América Latina, a la que quieren involucrar en sus propósitos.

Tres fundaciones cumplen el papel de “tanques de pensamiento” (think tanks) con amplio impacto: Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) presidida por José María Aznar; Fundación Disenso (FD), entre cuyos “patronos” está Santiago Abascal, presidente de VOX; y Fundación Internacional para la Libertad (FIL), presidida por Mario Vargas Llosa, literato peruano que vive en Madrid y cuyo giro al neoliberalismo ha merecido ser tratado por el demoledor libro de Atilio Borón «El hechicero de la tribu».

Coinciden en promover los valores de la libertad, la democracia y el Estado de derecho, vinculados al libre mercado, la empresa privada y el “humanismo occidental”. Realizan actividades académicas, tienen publicaciones, redes vinculadas o seguidoras, sostienen diversos programas de acción y capacitación, se respaldan en personalidades consideradas como referentes políticas o intelectuales. Desde luego, el enemigo principal contra el que hay que librar la batalla ideológica desde sus perspectivas, son las izquierdas, los “populistas”, los progresistas, ante todo en España, pero además en Iberoamérica e incluso FD habla de la “Iberosfera”, una comunidad de 700 millones de personas que “comparten una historia y una cultura común”.

El pasado 9 de julio (2021), la FIL realizó el IV Foro Atlántico Iberoamérica: “Democracia y Libertad en tiempos recios”, en el que, entre otras figuras, participaron Mario Vargas Llosa, Mauricio Macri, Isabel Díaz Ayuso, Enrique Krause, Sergio Ramírez Mercado, José Luis Martínez-Almeida, Roberto Ampuero, Álvaro Vargas Llosa, Julia Vilanova, Luigi Echeverri, Leopoldo López, Gerardo Bongiovanni y también, en forma virtual, los presidentes Iván Duque (Colombia), Luis Lacalle Pou (Uruguay), Sebastián Piñera (Chile) y Guillermo Lasso de Ecuador. Fue un derroche de palabrería sobre la libertad reducida a los “valores” de la empresa privada.

El documento fundamental logrado por la FD es la “Carta de Madrid. En defensa de la libertad y la democracia de la Iberosfera” lanzada el 26 de octubre de 2020 y que ha sido ampliamente difundida y comentada. La suscriben numerosos “iberoamericanos” de los distintos países, incluyendo varios ecuatorianos (como Otto Sonnenholzner, vicepresidente de Lenín Moreno y Henry Kronfle del PSC), sin duda identificados en la derecha política nacional. También aparece Dora de Ampuero, del Instituto Ecuatoriano de Economía Política, que igualmente consta como entidad adherida a la FIL.

Tres propósitos funestos

Además de haber unido propósitos compartidos entre VOX y PAN, la Carta se concentra en tres ideas centrales:

La identidad común de la “Iberosfera” como “comunidad de naciones libres y soberanas que comparten una arraigada herencia cultural”. Es una versión tradicional, que, además de desplazar la identidad propia de Nuestra América Latina (José Martí), para continuar manteniéndola “Ibérica”, soslaya la diferente perspectiva histórica que nació de la relación que en otra época se constituyó entre el imperio y las colonias. No hubo conquistadores “libertadores” de pueblos, ni unas colonias en igualdad de vida con la metrópoli, sino una relación económica y social de desigualdades en el desarrollo, que asentó la acumulación originaria de capitales en Europa sobre la base de la subordinación y la explotación de la Iberoamérica colonial.

La defensa del “Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada”, un asunto que, por la visión, los documentos y la posición asumida tanto por las tres fundaciones en referencia, como por las “personalidades” y entidades que se identifican con la Carta, está vinculado exclusivamente con un tipo de economía: el neoliberalismo. De modo que, cuando se escribe que “la defensa de nuestras libertades es una tarea que compete no solo al ámbito político, sino también a las instituciones, la sociedad civil, los medios de comunicación, la academia, etc.”; y que “el futuro de los países de la Iberosfera ha de estar basado en el respeto a la democracia, los derechos humanos, el pluralismo, la dignidad humana y la justicia”, bajo las experiencias del neoliberalismo en América Latina y de los gobiernos conservadores y de derecha que lo han impuesto en la región, ese “Estado de derechos y libertades” ha ocasionado los resultados sociales más perjudiciales en la historia contemporánea, con la arrogante concentración de ingresos en una elite de grupos económicos dispuestos a no permitir alternativas a su poder.

La Carta finalmente considera que el enemigo común a derrotar es el “comunismo”, la “seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones”. En el caso de América Latina queda muy claro que “está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla”. Es un “proyecto ideológico y criminal” que busca introducirse en otros países y continentes.

En definitiva, son los viejos conceptos de la “guerra fría” renombrados para un presente que recuerda la década de 1960 con la Alianza para el Progreso, la OEA como instrumento de los EEUU y el directo y largo intervencionismo norteamericano en América Latina, precisamente para derrocar cualquier “comunismo”, lo que condujo, en la década de 1970, a la instauración de las dictaduras militares terroristas del Cono Sur, que no solo arrasaron con toda democracia y libertad, sino que violentaron derechos humanos, sin contemplaciones.

Como puede apreciarse, existe una internacional derechista bien avanzada. Además, para completar el cuadro, hay que sumar las labores que cumple otro think tank: el Instituto Interamericano para la Democracia (www.intdemocratic.org), en cuya nómina de asesores institucionales consta el expresidente ecuatoriano Osvaldo Hurtado.

En mayo 2021, el IID organizó el “Foro Defensa de la Democracia en las Américas”, al que fueron invitados los presidentes Carlos Alvarado Quesada (Costa Rica), Mario Abdo Benítez (Paraguay) y Nayib Bukele (El Salvador), además de los expresidentes Mauricio Macri (Argentina), Andrés Pastrana (Colombia), Luis Guillermo Solís (Costa Rica) y Osvaldo Hurtado (Ecuador), para hablar junto al Secretario General de la OEA, Luis Almagro. El expresidente ecuatoriano Lenín Moreno fue el orador principal, con sus internacionalmente simpáticos y famosos discursos “académicos”; y en agosto fue la figura central del coloquio “Dictadura de Cuba y las Américas”, donde deleitó a sus seguidores.

La derecha latinoamericana cuenta, entonces, con una internacional favorable. Su lucha por la “libertad” solo se refiere al régimen capitalista bajo el modelo neoliberal. Y está preparada para enfrentar una larga batalla que impida la construcción de economías sociales y Estados orientados por intereses populares. Una situación histórica que afirma la polarización en la que se halla la vida política, económica y social latinoamericana entre un proyecto “liberal” de intereses privados y otro de liberación de las poblaciones contra ese dominio.