Victoria bolivariana, democracia y Covid-19 Por Atilio A. Boron | https://atilioboron.com.ar

Victoria bolivariana, democracia y Covid-19 Por Atilio A. Boron | https://atilioboron.com.ar

Uno de los factores que desalentó la participación electoral fue el impacto del bloqueo impuesto por Estados Unidos a Venezuela. Un rápido balance de las elecciones del 6 de diciembre pasado podría sintetizarse en las siguientes conclusiones.

Comencemos por los resultados. El chavismo obtuvo el 68.4 % de los votos; la Alianza Democrática que reúne los restos de los viejos partidos de la IV República, sobre todo Acción Democrática y el COPEI, se alzaron con el 17.5 %, la Alianza Venezuela Unida cosechó 4.1 %; el PCV un 2.7 % y un conjunto variopinto de otras fuerzas políticas un 6.5%. Se ratifica plenamente el carácter mayoritario del chavismo, pero aparece un conjunto de fuerzas políticas que, en su heterogeneidad, serán un desafío importante para el gobierno del presidente Maduro.

Los planes de la derecha subversiva y el imperialismo han sido derrotados, en una batalla pírrica. No sería arriesgado asegurar que con una nueva Asamblea Nacional deberán venir tiempos mejores. O, deberían venir tiempos mejores. Ante este nuevo panorama político-institucional se requerirá del gobierno y el PSUV actuar con mucha inteligencia, firmeza y prudencia. Lo que sabiamente recomendaba Maquiavelo: actuar con la astucia del zorro y, de ser necesaria, la fuerza del león.

Segundo, es innegable que se produjo una significativa baja en la tasa de participación electoral, llegando según las últimas informaciones al 30.5%. No es la más baja de la historia electoral de Venezuela, pero sí la segunda más baja. La menor concurrencia se verificó en las elecciones parlamentarias de 2005, cuando la oposición decidió llamar a la abstención. En esa ocasión acudió a las urnas el 25% de los votantes, aún con Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores. Debe tenerse en cuenta que en Venezuela el voto no es obligatorio. Esta vez también hubo un llamado a la abstención pero fue menos efectivo. No es para celebrarlo, porque revela que hay un problema que el gobierno chavista, el PSUV y las fuerzas políticas aliadas, deberán encarar y resolver. Y hacerlo cuanto antes.

Tercero, no basta con certificar lo anterior sino que es preciso indagar sobre las probables causas de este descenso en la voluntad participativa del electorado. Entre los factores que incidieron negativamente para que éste no acudiese masivamente a las urnas se cuentan sin duda los efectos de la pandemia. Esta desalienta abandonar el hogar, subirse a un transporte público, formar una cola para votar, estar en cercanía con personas desconocidas, etcétera. Tales factores disuasivos no pueden ser subestimados. Esto, por supuesto, no quita la necesidad de revisar los dispositivos de movilización popular que siempre fueron tan importantes en el chavismo y que dan la impresión de estar necesitados de una urgente puesta a punto.

El cártel de los medios corporativos

Otro factor que también influyó fue la intensa campaña mediática, nacional e internacional, que desalentó la concurrencia electoral y que pese a no contar con prueba alguna descalificó a la elección como un siniestro fraude urdido por el oficialismo. Actores como el gobierno de Estados Unidos, los archicorruptos y represivos gobiernos del Grupo de Lima junto a los de la Unión Europea, un decrépito monumento mundial a la hipocresía y al doble discurso que se unió a esa cruzada y se negó a enviar observadores al 6D. Todos ellos, como asegura Marco Teruggi, estuvieron durante largos meses “llamando a no votar y realizaron acciones de presión diplomática y económica sobre dirigentes de oposición”. Esas prédicas, apoyadas en un formidable aparato propagandístico, lamentablemente debilitaron la conciencia ciudadana en algunos sectores de la población.

Otro elemento que jugó un papel para desalentar la participación fue el impacto multidimensional y profundo del bloqueo impuesto por Estados Unidos a Venezuela, como también a Cuba desde hace sesenta años, y que creó innumerables dificultades de todo tipo: escasez de alimentos y medicamentos, de suministros esenciales como la gasolina para los automóviles, problemas en el transporte público, falta de repuestos para la industria petrolera y el metro de Caracas, especulación cambiaria, deterioro salarial, devaluación del Bolívar.

El reverso necesario, imprescindible, del bloqueo de Estados Unidos es un entramado mafioso gestionado por el “narconegocio” y en el cual se entrelazan narcotraficantes y paramilitares colombianos (amparados por el gobierno de Iván Duque) en conjunción con algunos funcionarios corruptos de la administración pública y las bandas delincuenciales locales, todo lo cual amplifica los alcances disruptivos del bloqueo y deteriora aún más la calidad de vida de la población. En una instancia concreta como la elección parlamentaria del 6 D estas circunstancias sin duda operaron para desestimular la participación ciudadana.

Como si lo anterior no fuera poco hay que agregar el verdadero crimen político perpetrado por la Asamblea Nacional controlada por la oposición antichavista. Esa rama del estado fue gravemente deslegitimada al estar volcada, desde su inauguración, a un perverso y tiránico objetivo: lograr el derrocamiento del presidente sin dictar ni una sola ley que podría haber aliviado la situación de la población afectada por el bloqueo. Sus más prominentes personeros llegaron, en su ofuscación, a solicitar a las autoridades civiles y militares de Estados Unidos que invadiesen o atacasen a su propio país. Esta afrenta al sentimiento nacional venezolano, esta conducta antipatriótica, anti bolivariana, de quienes se desviven por hacer de Venezuela una gigantesca Miami con petróleo, oro y coltán ejerció un influjo negativo en la conciencia ciudadana y la alejó de la contienda electoral y, en cierta medida, de la política. Muchos lo hicieron pensando que la AN había caído en tal desprestigio e inefectividad que ni valía la pena molestarse en salir de la casa para ir a votar.

No dejarán de mentir

Teniendo en cuenta estas condiciones habría sido un milagro que la población hubiese salido a las calles masivamente para emitir su voto. No obstante, con extraordinaria unanimidad, la “prensa seria” de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa condenó sin atenuantes la jornada electoral del 6 D. Era previsible, porque a esos medios de periodismo ya no les queda ni un gramo. Usurpan ese nombre para ocultar que se convirtieron en simples “oficinas de prensa y propaganda” al servicio de las grandes fortunas y de los intereses más reaccionarios. Su propensión a mentir es incontrolable y la legión de sus “seudo-periodistas” -embusteros de alta gama que hicieron de las “fake news”, la sofistería, el ocultamiento de verdades molestas y la extorsión su modo de vida- se desató hasta extremos sin precedentes en los últimos días. Discípulos fieles de Joseph Goebbels mienten y mienten porque, como decía el colaborador de Adolf Hitler, algo quedará de esas mentiras. Y no dejaron (¡ni dejarán!) de mentir con tal de difamar al gobierno bolivariano.

Un ejemplo de esas maniobras del “sicariato mediático” es el ocultamiento de algunos datos que podrían arrojar luz sobre las razones de la baja concurrencia electoral del 6 D. Por ejemplo, se abstuvieron de informar y poner en perspectiva ciertos antecedentes, como el hecho de que en las elecciones municipales de Francia que tuvieron lugar el 28 de junio, donde se elegían alcaldes en las grandes ciudades del país, comenzando por París, la tasa de participación electoral fue del 40 %. Pero, ¡atención!: ningún país estaba ejerciendo un bloqueo integral en contra de Francia, desquiciando la cotidianeidad de su población como sí ocurrió en el caso del país sudamericano. Pese a ello menos de la mitad de la ciudadanía francesa concurrió a los comicios.

Los embaucadores del diario ultraconservador español ABC informa en su edición digital del 6 de diciembre que “el gobernante Partido Nacional Liberal (PNL), de centro-derecha y pro-europeo, protagonizó este domingo una severa caída, en las elecciones celebradas en Rumanía, debido al desgaste que ha supuesto su gestión de la pandemia y las condiciones en las que la crisis sanitaria ha obligado a celebrar la campaña electoral y las votaciones. (…) todo ello en el contexto de un mínimo histórico de participación, el 31,84%, el nivel más bajo desde la caída del régimen comunista en 1989”.

Conclusión: lo que es razonable y comprensible en los casos de Francia y Rumania es censurable y condenable cuando tal cosa ocurre en la Venezuela bolivariana y da pie a toda suerte de cuestionamientos. Y esto no es todo: en las elecciones legislativas del 2014 que tuvieron lugar en Estados Unidos, la “mayor democracia del mundo” (¡favor de contener la carcajada!) la tasa de participación electoral se empinó unos pocos puntos encima de la venezolana: 36 %. Pero, los farsantes mediáticos ocultan todos estos datos porque destruyen sus falacias acerca de lo ocurrido en Venezuela.

De lo que se trata no es de informar y educar a la opinión pública sino de llevarla de las narices, manipularla para que ricos y poderosos mantengan intactos sus privilegios. Les está costando cada vez más porque somos un número creciente los que estamos librando batalla contra la tiranía mediática. No cejarán en su empeño, y nosotros menos todavía.

El Covid-19, la democracia y el Grupo de Lima

Puede parecer extraño, pero hay una muy estrecha relación entre la salud pública y la democracia porque aquella refleja la receptividad y respuesta de las autoridades ante las enfermedades que atribulan a su población. Los gobiernos que se arrogan la condición de “democráticos” deberían exhibir, máxime durante una pandemia, muy buenos índices de combate al flagelo. ¿Cómo se puede medir esto? Respuesta: analizando el número de muertos por el Covid-19 por millón de habitantes, para neutralizar las distorsiones que producirían los desiguales tamaños de los países.

Aplicando este indicador se comprueba que los países que integran el difunto Grupo de Lima (GdL) –ya en avanzado estado de descomposición– han fracasado estruendosamente en el combate a la pandemia. Perú, cuya ciudad capital le da el nombre esa camarilla, registra un índice de 1,095 muertos por millón de habitantes (todas las cifras de esta nota corresponden al 7 de Diciembre), seguido por un compacto pelotón que también muestra sus enormes dificultades para doblegar al virus: Argentina 879, México 850, Brasil 832, Chile 816, Ecuador 776, Bolivia 766, Colombia 743 y Panamá 739.

El Grupo de Lima está esperando con impaciencia la aparición de un estadista sudamericano que organice un sobrio funeral para que no siga siendo el hazmerreír mundial. Esto porque hay gobiernos que continúan siendo miembros del GdL pero, créase o no, no firman ninguna de sus declaraciones: casos de Argentina, Bolivia y México. Esto constituye una extravagancia con escasísimos precedentes en la arena internacional porque cuando se juega en las ligas mayores un gobierno está o no está en un grupo o una alianza de países. Pero se nota que el encanto de Lima, la antigua “ciudad de los virreyes”, ejerce una seducción perturbadora sobre los líderes de estos tres países que no se atreven a resolver la duda hamletiana de “estar o no estar” en el GdL, que es otra modo de decidir si “se es o no se es” un país soberano.

Este rejunte de ocasión salió rápido como una centella a descalificar las elecciones parlamentarias del 6D en Venezuela calificándolas de “ilegítimas e ilegales”, respondiendo como un coro muy bien afinado a las indicaciones del director de orquesta, Donald Trump. Democracias ejemplares como el criminal narco-gobierno colombiano de Iván Duque (con un líder social asesinado como promedio día por medio, todo un ejemplo de buena gobernanza en ese sufrido país) y la híper-corrupta y feroz “ceocracia” chilena presidida por Sebastián Piñera saltaron al ruedo para dar clases de democracia a Maduro ni bien oyeron el chasquido de los dedos del tío Donald. A poco andar asistimos a una vergonzosa competencia entre los peones del imperio, esforzándose para ser quién lamía con más pulcritud las botas del emperador.

Pero hay otros actores también, porque la grosería del Nerón neoyorquino se combina con las delicatesen de las fábricas de chocolate belgas, en cuya ciudad capital se hayan la sede de la Unión Europea y la OTAN, la mayor expresión del “crimen organizado” a nivel mundial. Desde Bruselas aquellas hipócritas y farsescas “democracias” europeas acompañaron sin chistar los mandatos de la Casa Blanca y con el apoyo de la canalla mediática sirvienta del capital amplificaron los graznidos del GdL vituperando al chavismo.

El problema es que esos gobiernos, comenzando por el belga, deberían explicar cómo se atreven a dar clases de democracia al gobierno bolivariano con sus 1,497 muertos por millón de habitantes. La acosada, bloqueada, agredida Venezuela, en cambio registra apenas 33 muertos por millón, una cifra que debería hacer que sus críticos se llamaran a prudente silencio para salir lo antes posible del ridículo en que los coloca su subordinación a Washington.

Haciendo números podríamos concluir, a partir de estos datos, que la República Bolivariana de Venezuela es 45 veces más democrática, en el sentido profundo que a este término le asignaba la filosofía clásica griega, que Bruselas, con su criminal descuido por la salud de su población. Claro, el gobierno bolivariano, como el cubano, no concibe a la salud y los medicamentos como un negocio; la culta y “democrática” Europa sí, y ahí están los resultados.

► Italia, 1,003 muertos por millón

► España, refugio de criminales subversivos como Leopoldo López (que de haber hecho en Estados Unidos lo que hizo en su país estaría hace rato en la death row de una cárcel de máxima seguridad) le pisa los talones con 998

► Reino Unido le sigue con 903 muertos mientras se llena la boca hablando de democracia y libertad de expresión y es el pérfido carcelero de Julian Assange, un héroe de nuestro tiempo aborrecido por el sicariato mediático mundial que se oculta bajo el nombre falaz de “prensa libre”

► Francia, cuyo presidente se da el lujo de cuestionar las “amistades de Maradona con Fidel y Chávez” cuando debería abstenerse de decir sandeces y preocuparse de los 850 muertos por millón que el coronavirus produjo en su país

► Alemania lo ha hecho mejor que su pares de la Unión Europea, pero aun así con sus 233 muertos por millón tiene una tasa de efectividad del combate al Covid-19 siete veces inferior a la bolivariana. Doña Ángela, próxima a cumplir 16 años en su cargo sin que los seudo-republicanos como Mario Vargas Llosa y sus epígonos en esta parte del mundo pongan el grito en el cielo ante esta enfermiza voluntad de perpetuarse en el poder que tanto les preocupaba en los casos de Hugo Chávez y Evo Morales, entre otros.

Pero claro: para el pensamiento colonial de los liberales, neoliberales y libertarios, una cosa es un indio o un mulato y otra muy diferente, de esencia infinitamente superior, cuando quien se perpetúa en el poder es una representante de una “raza superior”. “Supremacismo encubierto” debería llamarse esta actitud racista. En todo caso doña Ángela debería enviar una misión a Caracas para que le enseñen lo que puede hacer para proteger a su población tan eficazmente como lo hace el vilipendiado “régimen” de Nicolás Maduro.

► Estados Unidos, la mayor superpotencia mundial tiene números escalofriantes: 877 muertos por millón (cruzando ya la línea de los 290 mil muertos), producidos más que por la pandemia por los déficits de su peculiar democracia orientada y movilizada por el frenesí de los mercados. Cuesta creer que el gobierno de un país que hace poco más de un mes escenificó –y, recordemos, no por primera vez– un espectáculo bochornoso como el de la reciente elección presidencial, se crea con autoridad como para dictar cátedra de democracia al resto del mundo y, especialmente, al gobierno bolivariano, cuyo sistema electoral dijo Jimmy Carter era mucho más confiable y transparente que el de Estados Unidos, como se comprobó por enésima vez el 3 de noviembre.

Además, ¿cómo puede alguien pretender ser el paradigma de la democracia cuando no existe en ese país ningún organismo federal que declare el ganador de una elección, tarea confiada a las informaciones difundidas por los medios de comunicación? La CNN dice que ganó Biden, pero la cadena FOX plantea sus dudas y se desata una puja de influencers que a la larga condiciona, si es que no determina, al triunfador de la contienda. ¿Es éste el modelo de democracia que debemos adoptar en Latinoamérica? ¡Por favor!

Conclusión: la democracia no es, como piensan los neoliberales, tan sólo un ritual que se cumple el día del sufragio. Democracia es cuidado; democracia significa mejorar la vida de las personas, material y espiritualmente. China, con sus 3 muertos por millón, o Vietnam con un tremendo 0.4 por millón, o nuestra Cuba con 12 o Nicaragua con 24 tienen credenciales más que suficientes para reclamar para sí la condición de países democráticos.

Allí hay gobiernos que no se prostituyeron ante los chantajes del capital y que, pese a bloqueos, agresiones y sanciones como las que sufren Venezuela, Cuba y Nicaragua cuidan a sus poblaciones como fueron incapaces de hacerlo, para su inolvidable deshonra, la Unión Europea, Estados Unidos y sus lacayos del Grupo de Lima.